noviembre 01, 2007

Perón y Las Fuerzas Armadas

Perón inicio su carrera política siendo un oficial en actividad. Las fuerzas armadas se negaban a volver a la situación anterior al 4 de junio de 1943 ya que no querían que el país fuera manejado por los civiles. A todo esto se le sumaba el temor del trunco de un frente popular. El pensamiento de Peròn tenia varios temas agradables para los militares: su preocupación por la defensa nacional, su vocación industrialista, su predica de unidad nacional frente a las ideologías revolucionarias del movimiento obrero. Éste era el escenario en 1943 cuando los jefes de las fuerzas armadas asumieron nuevamente el papel protagónico y depusieron al gobierno conservador. En el gobierno militar que surgió del golpe, el poder se fue concentrando gradualmente en las manos de un coronel destinado a dominar el curso de la política argentina durante los 30 años siguientes: Juan Domingo Perón. Perón fue uno de los pocos hombres de la revolución que percibió que había algo que satisfacer en el pueblo y que hacerlo iba a ser el elemento legitimador de la revolución. Perón uno de los hombres del G.O.U (Grupo de Oficiales Unidos) quien desde los cargos que ocuparía en progresivo ascenso sabría "oír" las necesidades del pueblo argentino y comenzar a planear un movimiento de opinión. Fue el candidato a presidente frente a la Unión Democrática. Durante varios años favoreció la expansión y modernización de las Fuerzas Armadas. Creció considerablemente el presupuesto militar como también se produjo un reequipamiento y fue importante el aumento de los efectivos oficiales, suboficiales y soldados. Nunca un gobierno constitucional incluyo entre sus funcionarios a tantos militares retirados de la actividad. Muchos de estos fueron convocados de acuerdo a un reglamento especial, a ocupar cargos de ministros y gobernadores. Perón intervino en forma cada vez más frecuente en los procesos de decisión política dentro del Gobierno, hasta que llegó a hacerse, prácticamente, cargo del poder. Su ascenso político se refleja en la gran cantidad de cargos políticos que acumula durante el año 1944. Es designado Ministro de Guerra, Vicepresidente de la Nación y Presidente del sumamente importante Consejo de Posguerra. Si a eso se le suman las posiciones que ya había ocupado con anterioridad, sobre todo la de Secretario de Trabajo y Previsión. Poco a poco el gobierno militar comprendió la importancia del tercer problema que había de afrontar: ganar el apoyo de las principales fuerzas políticas. Es evidente que al comienzo partió de la idea que para la legitimación política de las fuerzas armadas bastaba la conciencia de su responsabilidad y la capacidad de servicio demostradas al encarar algunas reformas urgentes. Pero si bien es cierto que muchos grupos civiles reconocían la urgencia de tales reformas, el éxito de las providencias adoptadas no siempre estaba de acuerdo con las expectativas y sobretodo no alcanzaba a compensar la pérdida de libertad de acción y expresión política que se veía obligada a aceptar la población bajo un régimen militar. Después de dos años en los cuales los militares gobernaban, sólo habían chocado contra una ocasional resistencia; sin embargo, en la primavera de 1945 se constituyó un sólido frente opositor que no solo contaba con el apoyo de la elite tradicional, desplazada del poder en 1943, sino que incluía fuerzas tan diversas como las universidades, entidades empresarias, la totalidad de los partidos políticos y sectores profesionales pertenecientes a los estratos medios. Conforme se fue desarrollando la escalada opositora, el gobierno militar adoptó una serie de medidas destinadas a apaciguar los ánimos. El Partido Comunista fue reconocido legalmente y se permitió la reapertura de los locales del Sindicato Obrero de la Alimentación y de la Federación Obrera de la Industria de la Carne. El decreto que había disuelto a la Federación Universitaria Argentina fue derogado. La reacción de las fuerzas armadas ante las exigencias de los partidos políticos tradicionales no fue uniforme. Muchos jefes y oficiales comenzaron a distanciarse del gobierno. Los grupos más influyentes dentro del ambiente militar, en cambio, buscaron apoyo en la población para neutralizar la presión opositora. La base de apoyo residía entre los obreros y los empleados que integraban los sectores populares. Estos habían resultado más favorecidos por las reformas laborales aplicadas por el Gobierno, y, en consecuencia, veían en el coronel Perón, indiscutible promotor de dichas reformas, a su defensor. Perón no tardó en consolidar la relación de lealtad existente en esos sectores convirtiéndolos en un sólido respaldo para el gobierno militar. Estas medidas no resultaron suficientes para asegurar, ni con mucho, la estabilidad del gobierno militar hasta la salida electoral. El enfrentamiento alcanzó su culminación a comienzos del mes de octubre de 1945, cuando ante la presión conjunta de opositores civiles militares, el coronel Perón debió renunciar a todos sus cargos en el gobierno y fue sometido a arresto. Los militares comprobaron que el apoyo popular con que pretendía contar su cuestionado camarada era algo más que vana jactancia y esto daba la ocasión a un régimen que se encontraba acosado y a la defensiva de convertir su derrota en victoria y de obtener una continuidad que ni los elementos más optimistas del gobierno soñaban. Si la evidente popularidad de Perón le permitía imponerse en elecciones limpias, el movimiento militar quedaría justificado y las fuerzas armadas legitimadas. Así, muchos jefes y oficiales que no aprobaban a Perón y a su naciente estilo político, sin embargo apoyaron su candidatura presidencial para asegurar la continuidad de la obra revolucionaria y para salvar el prestigio de las fuerzas armadas. Al fracasar su intento de derrocar al régimen militar se contento con el alejamiento de Perón de sus cargos gubernamentales y su pedido de retiro. Aún cuando a los pocos días fue evidente que no había perdido su influencia en el gobierno, los partidos tradicionales y los políticos profesionales veían con cierto desdén las dotes políticas de ese militar.

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“…Por esa razón, es necesario que todos los trabajadores argentinos sean, permanentemente, difusores de nuestra doctrina. Que sean ellos los millones de verdaderos predicadores que la Patria necesita para elaborar su triunfo final…” Juan Domingo Perón.