noviembre 01, 2007

Perón y Las Fuerzas Armadas

Perón inicio su carrera política siendo un oficial en actividad. Las fuerzas armadas se negaban a volver a la situación anterior al 4 de junio de 1943 ya que no querían que el país fuera manejado por los civiles. A todo esto se le sumaba el temor del trunco de un frente popular. El pensamiento de Peròn tenia varios temas agradables para los militares: su preocupación por la defensa nacional, su vocación industrialista, su predica de unidad nacional frente a las ideologías revolucionarias del movimiento obrero. Éste era el escenario en 1943 cuando los jefes de las fuerzas armadas asumieron nuevamente el papel protagónico y depusieron al gobierno conservador. En el gobierno militar que surgió del golpe, el poder se fue concentrando gradualmente en las manos de un coronel destinado a dominar el curso de la política argentina durante los 30 años siguientes: Juan Domingo Perón. Perón fue uno de los pocos hombres de la revolución que percibió que había algo que satisfacer en el pueblo y que hacerlo iba a ser el elemento legitimador de la revolución. Perón uno de los hombres del G.O.U (Grupo de Oficiales Unidos) quien desde los cargos que ocuparía en progresivo ascenso sabría "oír" las necesidades del pueblo argentino y comenzar a planear un movimiento de opinión. Fue el candidato a presidente frente a la Unión Democrática. Durante varios años favoreció la expansión y modernización de las Fuerzas Armadas. Creció considerablemente el presupuesto militar como también se produjo un reequipamiento y fue importante el aumento de los efectivos oficiales, suboficiales y soldados. Nunca un gobierno constitucional incluyo entre sus funcionarios a tantos militares retirados de la actividad. Muchos de estos fueron convocados de acuerdo a un reglamento especial, a ocupar cargos de ministros y gobernadores. Perón intervino en forma cada vez más frecuente en los procesos de decisión política dentro del Gobierno, hasta que llegó a hacerse, prácticamente, cargo del poder. Su ascenso político se refleja en la gran cantidad de cargos políticos que acumula durante el año 1944. Es designado Ministro de Guerra, Vicepresidente de la Nación y Presidente del sumamente importante Consejo de Posguerra. Si a eso se le suman las posiciones que ya había ocupado con anterioridad, sobre todo la de Secretario de Trabajo y Previsión. Poco a poco el gobierno militar comprendió la importancia del tercer problema que había de afrontar: ganar el apoyo de las principales fuerzas políticas. Es evidente que al comienzo partió de la idea que para la legitimación política de las fuerzas armadas bastaba la conciencia de su responsabilidad y la capacidad de servicio demostradas al encarar algunas reformas urgentes. Pero si bien es cierto que muchos grupos civiles reconocían la urgencia de tales reformas, el éxito de las providencias adoptadas no siempre estaba de acuerdo con las expectativas y sobretodo no alcanzaba a compensar la pérdida de libertad de acción y expresión política que se veía obligada a aceptar la población bajo un régimen militar. Después de dos años en los cuales los militares gobernaban, sólo habían chocado contra una ocasional resistencia; sin embargo, en la primavera de 1945 se constituyó un sólido frente opositor que no solo contaba con el apoyo de la elite tradicional, desplazada del poder en 1943, sino que incluía fuerzas tan diversas como las universidades, entidades empresarias, la totalidad de los partidos políticos y sectores profesionales pertenecientes a los estratos medios. Conforme se fue desarrollando la escalada opositora, el gobierno militar adoptó una serie de medidas destinadas a apaciguar los ánimos. El Partido Comunista fue reconocido legalmente y se permitió la reapertura de los locales del Sindicato Obrero de la Alimentación y de la Federación Obrera de la Industria de la Carne. El decreto que había disuelto a la Federación Universitaria Argentina fue derogado. La reacción de las fuerzas armadas ante las exigencias de los partidos políticos tradicionales no fue uniforme. Muchos jefes y oficiales comenzaron a distanciarse del gobierno. Los grupos más influyentes dentro del ambiente militar, en cambio, buscaron apoyo en la población para neutralizar la presión opositora. La base de apoyo residía entre los obreros y los empleados que integraban los sectores populares. Estos habían resultado más favorecidos por las reformas laborales aplicadas por el Gobierno, y, en consecuencia, veían en el coronel Perón, indiscutible promotor de dichas reformas, a su defensor. Perón no tardó en consolidar la relación de lealtad existente en esos sectores convirtiéndolos en un sólido respaldo para el gobierno militar. Estas medidas no resultaron suficientes para asegurar, ni con mucho, la estabilidad del gobierno militar hasta la salida electoral. El enfrentamiento alcanzó su culminación a comienzos del mes de octubre de 1945, cuando ante la presión conjunta de opositores civiles militares, el coronel Perón debió renunciar a todos sus cargos en el gobierno y fue sometido a arresto. Los militares comprobaron que el apoyo popular con que pretendía contar su cuestionado camarada era algo más que vana jactancia y esto daba la ocasión a un régimen que se encontraba acosado y a la defensiva de convertir su derrota en victoria y de obtener una continuidad que ni los elementos más optimistas del gobierno soñaban. Si la evidente popularidad de Perón le permitía imponerse en elecciones limpias, el movimiento militar quedaría justificado y las fuerzas armadas legitimadas. Así, muchos jefes y oficiales que no aprobaban a Perón y a su naciente estilo político, sin embargo apoyaron su candidatura presidencial para asegurar la continuidad de la obra revolucionaria y para salvar el prestigio de las fuerzas armadas. Al fracasar su intento de derrocar al régimen militar se contento con el alejamiento de Perón de sus cargos gubernamentales y su pedido de retiro. Aún cuando a los pocos días fue evidente que no había perdido su influencia en el gobierno, los partidos tradicionales y los políticos profesionales veían con cierto desdén las dotes políticas de ese militar.

¿Braden o Perón?

En la década del cuarenta, durante la Segunda Guerra Mundial, se fue acentuando la presión del imperialismo yanqui sobre la Argentina. El país se había convertido en una semicolonia británica, pero Inglaterra se debilitaba día a día por el esfuerzo bélico contra los nazis. La patronal argentina se fue dividiendo. Importantes sectores abandonaban la sumisión al imperialismo inglés y se sumaban a las filas proyanquis. En mayo de 1945 llegó al país un nuevo embajador yanqui, Spruille Braden. Con una intensa actividad, directa y publica, impulsó la Unión Democrática. Allí se nuclearon las principales entidades patronales, como la Unión Industrial Argentina, la Cámara de Comercio y la Sociedad Rural; casi todos los partidos patronales (la Unión Cívica Radical, el Partido Demócrata Progresista y un sector de los conservadores); un sector importante del Ejército; también el Partido Socialista de Repetto y Palacios, y el Partido Comunista. El sector que mantenía las tradicionales relaciones con Inglaterra estaba en el gobierno, bajo la presidencia del general Farrel. A su frente fue adquiriendo cada vez más peso el coronel Perón, primero desde la subsecretaria de Trabajo y Previsión y luego como ministro de Guerra. Perón venía impulsando importantes medidas favorables a los trabajadores urbanos y rurales, que enfurecían a gran parte de la patronal y le permitían ganar el apoyo obrero. Lo apoyaba otro sector del Ejército y capas patronales más débiles. Un sector del radicalismo, con estancieros ganaderos como Quijano y Leloir, y un sector de los conservadores, con Visca y Cámpora, se sumaron a sus filas. En octubre de 1945 hubo una crisis, y Perón fue detenido. Se produjo la histórica movilización que logró su liberación, pactándose el adelantamiento de las elecciones a realizarse en 1946, fijando el comicio para el 24 de febrero. Cuando fue proclamado candidato presidencial, Perón lanzó el célebre “Braden o Perón”. La adhesión masiva a la fórmula Perón- Quijano impidió el fraude y la manipulación del voto. En la Unión Democrática (que se creía ganadora), la fuerza política más importante eran los radicales (que pusieron los candidatos: Tamborini- Mosca), pero la militancia electoral la realizaron socialistas y comunistas. Los gastos de campaña corrieron por cuenta de la UIA y la Sociedad Rural. La otra campaña fue de “tiza y carbón”. Con recursos rudimentarios se escribieron miles y miles de veces los nombres de los candidatos. En noviembre de 1945 se fundó el Partido Laborista, integrado por dirigentes sindicales y trabajadores, un partido sin patrones (el único afiliado no obrero era el propio Perón), que con sus listas aportó el 85% de los votos obtenidos por la formula ganadora. Poco después Perón los obligó a disolverse y mantuvo siete años encarcelado a su dirigente Cipriano Reyes. Perón y Quijano ganaron, con casi un millón y medio de votos. La fórmula del imperialismo yanqui sacó algo más de un millón doscientos mil votos. Fue un triunfo electoral de la clase obrera, que contradictoriamente llevó al gobierno a un dirigente patronal, Perón, que rápidamente organizó y comenzó a controlar férreamente al que se transformaría desde entonces en el principal partido de la patronal argentina, el peronismo.

Perón y La Iglesia

Perón y la Iglesia fueron en un comienzo muy fluidos y el militar debía agradecer a la Iglesia por su colaboración en el triunfo electoral de marzo de 1946. Justo es reconocer que el apoyo electoral fue retribuido generosamente por Perón en 1947, cuando la mayoría peronista del Congreso ratificó el decreto del gobierno militar que establecía la enseñanza religiosa en las escuelas, entregando su manejo a la jerarquía eclesiástica. Muchos católicos –sacerdotes y laicos- observaban con preocupación esta vinculación con el régimen, pero la mayor parte de la feligresía la apoyaba con entusiasmo. Sin embargo, el idilio entre peronismo e Iglesia no estaba destinado a durar. Miles de personas acudieron a sus actos y la Iglesia manifestó su malestar. El segundo incidente se produjo por la existencia de una corriente que se impulsaba desde el Vaticano para la organización en todos los países de partidos demócrata cristianos anticomunistas que llevó a sectores importantes de la alta jerarquía eclesiástica en la Argentina y a militantes del nacionalismo católico a propiciar la formación de un partido político democristiano. Con el objetivo de ganar fuerzas para esta alternativa, la Iglesia comenzó a dar impulso a diversas organizaciones de tipo gremial, como asociaciones de médicos, maestros, abogados, industriales, ganaderos y obreros católicos. Tomó fuerza la actividad de la Acción Católica. Al mismo tiempo, estas organizaciones católicas combatían al peronismo en el propio seno de sus organizaciones sindicales, especialmente en la CGT y la CGE, y simultáneamente, se ligaban a los partidos opositores. A esto se agrego la creciente preocupación de la Iglesia por las actividades desarrolladas por la UES y el clima de escándalo que las rodeaba. Algunos sacerdotes comenzaron a incluir en sus sermones dominicales una advertencia a los padres para que evitaran enviar a sus hijos a clubes estudiantiles de dudosa moralidad. Cuando la UES decidió organizar los festejos del Día del Estudiantes en 1954, en la quinta de Olivos, fue duramente criticada por la Acción Católica, la organización oficial de los católicos laicos. La respuesta de Perón se hizo llegar un mes más tarde durante los festejos del "Día de la Lealtad", el 17 de octubre de 1954. Al hablar a la multitud, El "primer trabajador" hizo referencia a los enemigos del pueblo, "las fuerzas de la regresión" y los clasificó en tres clases: los políticos, los comunistas y los "emboscados". Atacó duramente a las dos primeras categoría y luego hablo de los emboscados, quienes se dividían a su vez, en dos categorías: - los apolíticos, "algo así como la bosta de paloma; y son así porque no tienen ni buen ni mal olor" [...] y los otros emboscados, los disfrazados de peronistas. A estos los vamos conociendo poco a poco y eliminando de toda posibilidad..." La jerarquía eclesiástica decidió enfrentar la situación. Encabezados por los dos cardenales, Santiago Luis Copello y Antonio Caggiano, y el Nuncio Apostólico, dieciséis obispos acudieron a la Casa Rosada para una confrontación personal con Perón. Sin embargo, en la reunión ambas partes evitaron cuidadosamente mencionar nada sustancial, y los prelados se fueron como habían llegado. Pero el conflicto recién había comenzado. Nueve días más tarde, con motivo de la celebración del Día de Todos los Santos, el episcopado emitió una carta pastoral conjunta, para ser leída en todas las iglesias del país, conteniendo un ataque a "las aberraciones del espiritismo", que constituía un tiro por elevación sobre Perón. Mientras tanto, desde los púlpitos de muchas iglesias los sacerdotes y obispos, eran menos elípticos en sus acusaciones. Finalmente, en la mañana del 10 de noviembre de 1954 Perón organizó un plenario de todas las organizaciones que componían el estilo peronista en la quinta de Olivos, asistieron todo el gabinete, los gobernadores, legisladores, representantes sindicales y de la C.G.E., la C.G.U.; de la UES; del Partido Peronista. Después de escuchar los informes preparados por cada gobernador y representante de las distintas organizaciones sobre la actividad opositora desarrollada por miembros de la Iglesia, Perón pronunció un extenso discurso a lo largo del cual realizó acusaciones contra una lista de sacerdotes "perturbadores" que incluía a los obispos de Santa Fe y Córdoba, y a veinte sacerdotes de nueve provincias. El país entero quedó estupefacto y en el mismo seno del peronismo cundió el desconcierto. Pero lo que pareció en un primer momento un arranque temperamental del presidente, continúo manifestándose en otros discursos y posteriores aclaraciones. Pronto quedó claro que Perón deseaba llevar adelante un ataque en regla contra la Iglesia o, al menos, destinado a los sectores católicos que calificaba de "contras". Sólo dos grupos se alegraron por la novedad. Los opositores más recalcitrantes vieron en esta apertura la oportunidad ideal para que todo el antiperonismo rodeara a la Iglesia, convirtiéndola en trinchera contra el régimen, ahora, los desarticulados núcleos de la oposición podían contar con una base de formidable, extendida en todo el país, apoyada emocionalmente en la fe religiosa. El otro sector que se alegró con la nueva política de Perón fue el de los sindicalistas de origen de izquierda: era el momento en que podrían dar rienda suelta a un anticlericalismo que, hasta entonces, habían debido silenciar, proporcionando, de paso, un buen motivo de distracción a sus bases. Años después Perón, desde el exilio, se refería a este conflicto diciendo: "Los hechos se engarzaban como rosario de pobre. Cuando yo realicé una consulta que me permitiera captar la oportunidad de la separación de la Iglesia del Estado, que la habían sostenido, incluso prohombres acendradamente católicos como Estrada, la furia conjunta de los elementos clericales, que luego emergerían a la palestra con el nombre de demócratas cristianos, llegó a su paroxismo. Se me empezó a atribuir miras y propósitos completamente reñidos con mis sentimientos confesionales de católico. Justo sería advertir que en la pugna entre el Estado argentino y la Iglesia, ambas partes se vieron azuzadas con extrema habilidad en el sentido de adoptar formas de creciente virulencia, Nosotros también sacamos el problema a la calle; pero mientras nosotros organizábamos una manifestación, ellos orquestaban miles de mitines diarios desde dos mil púlpitos. En las filas de los respectivos poderes en entredicho se exteriorizaba la labor de agentes provocadores que respondían a antiguos resentimientos". El conflicto se agravó rápidamente. En un solo mes Perón presentó al Congreso un conjunto de leyes que efectivamente separaban a la Iglesia Católica del Estado. El 3 de diciembre se suprime la Dirección de Enseñanza Religiosa del Ministerio de Educación y se la reemplaza por la llamada "Doctrina Nacional", el 8, día de la Inmaculada Concepción, se reúne en Plaza de Mayo una gran multitud que viva a Cristo Rey y aclama a los obispos cuestionados. Dos días más tarde, el gobierno clausura el diario católico "El pueblo" y la Editorial Difusión. La persecución se desplazó luego al ámbito legislativo. El 22 de diciembre se sanciona la ley 14.394 sobre el régimen penal para menores, bienes de familia y presunción de fallecimiento, a la que se agrega, sin despacho de comisión ni anuncio previo, un artículo que permite un nuevo casamiento a los divorciados. El Episcopado pide a Perón, infructuosamente, que vete la iniciativa. El 30 del mismo mes, el Poder Ejecutivo decreta la autorización para abrir los prostíbulos. Los actos legislativos seguirían en mayo del año siguiente: la ley 14.401 suprime la enseñanza religiosa en las escuelas, y la 14.405 deroga las exenciones impositivas que beneficiaban, hasta entonces, a los institutos religiosos. Entre estas dos medidas, el mismo día 23 de mayo, el Congreso sanciona, en una rápida sesión, la ley 14.404, que establece la necesidad de reformar la Constitución para instaurar la separación entre la Iglesia y el Estado y se autoriza al Poder Ejecutivo para convocar a la respectiva convención constituyente antes de 180 días. Simultáneamente el proceso legislativo, el Poder Ejecutivo toma una serie de medidas coherentes con esta orientación: suprimir feriados religiosos, prohibir procesiones y otras manifestaciones de ese tipo en las calles, prohibir audiciones católicas por las radios, etc. En los diarios oficialistas la campaña anticatólica adquirió máxima virulencia. En especial en La Prensa, publicación en ese entonces en manos de la C.G.T. Mientras que en Crítica, el historiador marxista Rodolfo Puiggrós escribía una columna titulada "El Obispero Revuelto" y en Democracia los ataque a la iglesia era autoría de otro marxista compañero de ruta de los peronistas, Jorge Abelardo Ramos. Perón había puesto en marcha un mecanismo ya imposible de detener, y los elementos más duros de la C.G.T. aprovechaban la campaña para extremarla. El 1º de mayo de 1955 decía Eduardo Vuletich, secretario general de la C.G.T.: "El clero predica la resignación de rodillas; nosotros lo preferimos a usted, general, que preconiza la dignidad de cara al sol y nos enseña a pelear por la conquista de nuestros derechos... En esta atmósfera debía realizarse, el 9 de junio, la tradicional procesión de Corpus Christi, trasladada al sábado 11 para aprovechar el feriado. En la víspera, Perón se dirigió por radio a todo el país. Dijo que: "como precaución era necesario alertar a todas las organizaciones. Preparar los medios de acción y los transportes; controlar por las organizaciones políticas los sectores de acción y mantener la vigilancia por los jefes de manzanas. No actuar sino en contacto y coordinación con la Policía por los comandos tácticos". Finalizó diciendo: "Yo impartiré cualquier orden en cada caso, por los medios correspondientes. Por cada hombre que puedan poner nuestros enemigos, nosotros pondremos diez" . La feligresía católica respondió con firmeza a las agresiones provenientes del gobierno. En vísperas de la procesión circularon panfletos invitando a los fieles a asistir desafiando las prohibiciones. La gente respondió masivamente, y lo que había sido habitualmente una inofensiva caminata de un grupo de beatas y caballeros tras el palio se convirtió ese día en una gigantesca manifestación antigubernamental en la confluían todas las corrientes opositoras, además de los católicos mismos. Al otro día, la prensa oficial denunciaba atentados y desmanes que habrían perpetrado los manifestantes católicos. El diario La Prensa afirmaba que "los elementos clericales, digitados por cabecillas organizados pertenecientes a la Acción Católica", habían efectuado disparos contra las vidrieras del diario. Se habían colocado bombas en las embajadas de Yugoslavia e Israel, y atentado contra los monumentos de Roca y Sarmiento. Pero la acusación más grave era la supuesta quema de la bandera argentina, por parte de algunos manifestantes, frente el palacio del Congreso, hecho que resultaba por demás ultrajante. El episodio parece haber sido confuso: es posible que algunos jóvenes católicos hayan apagado con un trapo una llama votiva en honor de Eva Perón, y que la policía creyera, en un primer momento, que se trataba de una bandera. Cuando Borlenghi, ministro del Interior, se enteró de la versión, ordenó a la Policía Federal que presentara los restos de la enseña nacional; al no haberla, en la comisaría 8va., asiento de la famosa "Sección Especial", se procedió a incinerar a medias una bandera para cumplir la orden. Algunos oficiales de la Policía Federal manifestaron, después del derrocamiento de Perón, que habían recibido del Jefe de Policía, Miguel Gamboa, la orden de quemar una bandera para culpar a los católicos. Cualquiera sea la realidad, lo cierto es que la prensa oficial publicó fotografías donde se veía al presidente Perón rodeado de sus ministros Borlenghi, Méndez San Martín, Aloé y otras figuras del régimen, observando, con preocupación los restos quemados de lo que parecía ser una bandera nacional. El día 12 de junio hubo un ataque contra los asistentes a la misa vespertina en la Catedral de Buenos Aires efectuado por militantes justicialistas. Los jóvenes defensores del templo fueron detenidos mientras que los agresores no fueron molestados. El clima de tensión se fue incrementando. El día 14 de junio el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Manuel Tato, y el canónigo de la Catedral metropolitana, monseñor Ramón Novoa, eran detenidos y luego expulsados del país, bajo la acusación de haber alentado los desmanes de las jornadas anteriores. Dos días más tarde de la medida, la Sagrada Congregación Consistorial del Vaticano fulminaba la excomunión latae sentetia contra los responsables. La noticia no fue publicada en la prensa argentina. Este clima de tensión precipitó los trabajos revolucionarios que llevaban a cabo el jefe de la Infantería de Marina, contralmirante Samuel Toranzo Calderón, en la Armada y el general León Bengoa, jefe del 3º Cuerpo de Ejército con sede en Paraná, así como algunos oficiales de la Aeronáutica pertenecientes a la base de Morón. El plan de los golpistas incluía un ataque aéreo a la Casa de Gobierno con aviones de la Armada y de la Aeronáutica, a fin de matar a Perón. Un batallón de la Infantería de Marina, con asiento en el Puerto de Buenos Aires, dirigiría un ataque por tierra contra el edificio, con el apoyo de civiles armados, mientras otros grupos de civiles armados coparían las diversas emisoras de radio. El Plan preveía que la revuelta contaría a esa altura de los hechos con la ayuda de unidades del Ejército en el Litoral, bajo el mando de Bengoa, de las Escuelas de Artillería y de Aviación de Córdoba, y de la base naval de Puerto Belgrano. Allí, según se esperaba, oficiales sublevados tomarían la flota y ordenarían su salida al mar, así como el despliegue de unidades de Infantería de Marina y la aviación naval desde la base principal. La circunstancia de que el 16 de junio un grupo de cazas de las Aeronáutica debía realizar un desagravio a la enseña nacional, brindó a los conspiradores la oportunidad para realizar el levantamiento sin despertar sospechas durante su preparación. Pero, casi nada salió según lo habían planeado los golpistas. No solo faltó el apoyo de las unidades del Ejército en el Interior, sino que una densa niebla sobre la Capital demoró el ataque de la Aviación Naval contra la Casa Rosada. El ataque estaba previsto para las diez de la mañana pero sólo a las 12.30 horas los primeros aviones, ahora con base en el Aeropuerto de Ezeiza, aparecieron sobre la Plaza de Mayo para arrojar sus bombas. Para entonces, los grupos de conspiradores civiles que esperaban en las calles adyacentes habían recibido orden de dispersarse. Lo más importante fue que esa demora reveló la existencia del movimiento y Perón, siguiendo el consejo del general Franklin Lucero, se había trasladado de la Casa Rosada al amparo del Ministerio de Guerra, a una cuadra de distancia. Desde el subsuelo de ese edificio, el presidente pudo seguir el desarrollo de los acontecimientos y coordinar las operaciones de represión. Perón encomendó la defensa del gobierno constitucional al general Lucero, quien desplazó unidades del Ejército para proteger la Casa de Gobierno y recuperar las instalaciones portuarias ocupadas por los rebeldes. Al final de la tarde, a pesar de los reiterados bombardeos y la metralla de los aviones de la Armada y la Aeronáutica, todas las bases en manos de los insurrectos habían sido recuperadas por las fuerzas leales, incluso el Ministerio de Marina, que había servido como cuartel general al almirante Toranzo Calderón. Los últimos aviones hicieron una pasada final sobre la Casa Rosada, y se dirigieron a Montevideo llevando a los comprometidos, entre ellos al dirigente radical Miguel A. Zabala Ortiz. Allí, el ministro de Marina, contralmirante Anibal Olivieri, y el comandante de la Infantería de Marina, vicealmirante Benjamín Gargiulo, a pesar de que no había tomado parte en la conspiración, se asociaron a la frustrada rebelión en un acto de responsabilidad moral que provocaría la destitución y la cárcel para el primero y el suicidio del segundo. A media tarde sobre la ciudad reinaba el horror, las víctimas alcanzaban a unas 1.000 personas entre muertos y heridos, todos ellos civiles, en su mayoría simples transeúntes sorprendidos en la calle por los acontecimientos. Pero, el mayor impacto era la visión de un ejército que volvía las armas que la Nación puso en sus manos para la defensa de la patria contra su propio pueblo. Ningún móvil político podía justificar este criminal acto de terrorismo. Apenas tuvo seguridad del triunfo, Perón habló por radio desde el subsuelo del ministerio de Ejército. Afirmó que todo había terminado, alabó al Ejército por su conducta y dijo que la Marina era la "culpable de la cantidad de muertos y heridos que hoy debemos lamentar los argentinos". Pidió que nadie intentara hacer justicia por sus manos. "Hemos dado una lección a la canalla que se levantó, y a la que la impulsó a que se levantara". Y una y otra vez se preocupó por rendir homenaje al Ejército, "que no sólo ha cumplido con su deber, sino que lo ha hecho heroicamente". Poco después del discurso de Perón comenzó a desarrollarse un drama que atenuaría el impacto de las atrocidades cometidas por los aviones rebeldes en horas de la mañana. Tras el discurso del presidente habló el secretario adjunto de la CGT, Hugo di Pietro, convocando a un paro general en apoyo del gobierno para el día siguiente, en el centro de la ciudad aparecieron grupos de incendiarios. El primer blanco fue la Curia Metropolitana. Los saqueadores robaron reliquias, volcaron los magníficos archivos de la época colonial y luego incendiaron las instalaciones después de rociarlas con nafta destruyendo una invaluable colección de 80.000 volúmenes. En la Catedral destrozaron altares y confesionarios sin incendiar el templo. Después fue el turno del convento y la iglesia de San Francisco, que fueron totalmente destruidos por el fuego. Esa noche también sufrieron ataques San Ignacio, Santo Domingo, San Miguel, La Merced, San Nicolás, La Piedad, San Juan, el Socorro, San Nicolás, San Juan Bautista, la capilla de San Roque en la Capital Federal y las iglesias de Asunción, en Vicente López, y Jesús del Huerto, en Olivos. Algunas iglesias sólo sufrieron parcialmente los efectos del fuego, pero todas fueron saqueadas y profanadas por los vándalos, que no dudaron en robar copones, candelabros y relicarios. Toda la noche continuaron los saqueos y destrozos. Mientras que grupos de fieles trataban consternados de salvar imágenes u objetos de culto, ante la ausencia de los bomberos y la policía. Durante estos hechos sacerdotes y feligreses fueron duramente castigados, pero no hubo ningún muerto. El gobierno peronista recibió, con la quema de las iglesias, un segundo golpe ese día. Perón –que por la mañana había expulsado del país a los sacerdotes Tato y Novoa- fue excomulgado ese mismo día y se produjo una ola de repudio mundial por los actos de vandalismo y la destrucción de objetos artísticos y religiosos. El Vaticano inició una campaña internacional contra el gobierno argentino comparando la quema de las iglesias con el incendio del Reichstag –parlamento alemán- por los nazis en 1933. Perón advirtió que el conflicto había escalado hasta niveles sumamente peligrosos e intento una "política de pacificación" apelando a la oposición. Pero ya era demasiado tarde. El régimen había perdido el apoyo del poder moral, tanto ideológico como religioso, carecía de adhesión del poder económico y contaba ahora con un poder militar dividido y asediado por la presión de la opinión pública antiperonista, exasperada y militante. El movimiento peronista era aún mayoritaria y permanecía fiel a su "conductor", pero quedó desconcertada ante el comportamiento de Perón. La política de pacificación no fue más allá del cambio de algunas caras y de declaraciones conciliadoras de Perón, como el discurso del 15 de julio ante los legisladores justicialistas: "La revolución peronista ha finalizado; comienza ahora una nueva etapa que es de carácter constitucional, sin revoluciones, porque el estado permanente de un país no puede ser la revolución" . Hacia fines de agosto era evidente que la política de pacificación era tan solo un periodo de tregua en que ambos bandos se preparaban para dirimir sus diferencias en un asalto final. El 31 de agosto Perón realizó una de sus clásicas maniobras: efectuó una demostración de fuerza. Presentó su renuncia a la presidencia, no ante el Congreso –como marca la constitución- sino a las tres ramas del partido peronista. Ante lo cual la C.G.T. inmediatamente decretó la huelga general y convocó a Plaza de Mayo para pedirle al presidente que retirara su renuncia. Esta violenta arenga actuó como catalizador de la situación. Los elementos más moderados dentro del Gobierno comprendieron que la situación era insostenible. Entre los opositores reforzó la determinación de derrocar a Perón sin reparar en los medios. El centro de la conspiración siguió siendo la Marina a pesar de las medidas adoptadas por el Gobierno para neutralizarla: la disolución de los cuarteles generales de la Infantería de Marina y la Aviación Naval y de dos de sus unidades, el retiro de la jurisdicción naval sobre las gobernaciones territoriales de Tierra del Fuego y Martín García, y el secuestro de pertrechos navales, inclusive los detonantes de bombas de los aviones. Por otra parte, después de los sucesos de junio, los hombres de la Marina se sentían el blanco principal de cualquier represalia organizada por los peronistas, considerando que ellos vivían con sus familias en barrios militares situados en las proximidades de las bases. Parecía necesario anticiparse a cualquier intento por parte del Gobierno. Para caldear aún más los ánimos, el 8 de septiembre, cuando Hugo di Pietro, en nombre de la C.G.T., se dirigió al ministro de Guerra solicitándole armas para la formación de "reservas voluntarias de obreros" para defender al gobierno. El pedido fue declinado con una nota en la cual el general Franklin Lucero calificaba esta iniciativa como "un rapto de entusiasmo patriótico", y derivaba la decisión final al Poder Ejecutivo. En realidad, Di Pietro actuaba coherentemente, dada la incitación de Perón había formulado una semana atrás. Aunque rechazado, el pedido de la C.G.T. despertó un revuelo entre los hombres de las fuerzas armadas y significó la última y decisiva motivación para que los oficiales hasta ese momento indecisos apoyaran cualquier iniciativa revolucionaria. Entonces la jefatura del movimiento pasó al general Lonardi, quien contaba con elementos comprometidos en la Escuela de Artillería, en Córdoba. Lonardi a los cincuenta y cuatro años estaba mortalmente enfermo, pero animado por una profunda fe religiosa –la mística religiosa de Lonardi y sus seguidores se verá en la insignia de "Cristo Vence" que lucirían los aviones y vehículos rebeldes; las invocaciones a Dios y a la Virgen de las Mercedes, patrona del Ejército, serán habituales en sus transmisiones radiales- creía que era suficiente con crear un foco revolucionario para que toda la estructura del régimen peronista se cayera como un castillo de naipes. Al día siguiente, aunque oficiales rebeldes bajo el mando del general Julio Lagos lograron el control de Cuyo, fuerzas leales numéricamente superiores convergían sobre las posiciones del general Lonardi en Córdoba y sobre la base naval de Puerto Belgrano. Así inmediatamente después leyó una carta del presidente Perón en la que proponía entregar su mando al Ejército a fin de facilitar un acuerdo. Aunque todavía no estaba claro los golpistas habían triunfado.

Perón y El Conflicto con El Partido Demócrata Cristiano

En 1954, estalló el conflicto con la Iglesia Argentina cuando ésta decidió apoyar a un partido Demócrata Cristiano, siguiendo las orientaciones mundiales del Vaticano. Perón se ofendió porque consideraba a su partido democrático y cristiano, y no veía la necesidad de crear otro. De aquí en más, se sucedieron numerosos enfrentamientos entre el Partido Demócrata Cristiano y el Peronismo. El descontento eclesiástico alentó la disconformidad militar y comenzó a prepararse un nuevo golpe cívico militar.

Perón y La Oligarquía

La aparición del estilo político peronista modificó la conformación de la clase política argentina. En esta época toca a su fin el predominio de un elenco dirigente, de carácter restrictivo, en el que el origen, las relaciones de tipo personal, la situación de la familia y los clubes de pertenencia operaban como criterios de selección. Como elemento supletorio el grupo aplicaba criterios de reconocimiento, entre los cuales el primero era la habilidad para los negocios, la capacidad jurídica, el prestigio intelectual o el éxito electoral. Pero la presidencia estaba reservada no sólo a los grandes políticos que pertenecieran al más alto estrato social. Esta elite dirigente poseía gran cohesión interna. La aparición del estilo político peronista modificará los criterios de legitimidad imperantes. Así lo consigna el sociólogo José Luis de Imaz en su libro "Los que mandan" diciendo: "la nueva clase política que se instala tras el triunfo electoral peronista no reconoce valores adscriptos, y el régimen de lealtades que instaura nada tiene que ver con el preexistente..." Los nuevos dirigentes peronistas de 1946, constituyen un grupo de "accesión muy alto, abierto, extenso, basado en el reclutamiento amplio como hasta entonces no se había conocido" En 1946, todavía el valor para el ascenso era el exclusivo éxito. Pero este éxito debía haberse producido en alguno de los cuatro campos básicos sobre los que se estructuraría el peronismo: las altas finanzas, la actividad gremial y la política social, la experiencia política comicial y las fuerzas armadas. Las altas finanzas era un canal de ascenso relativamente nuevo. La novedad consistía que en lugar de apoyarse en los sectores cuya riqueza provenía de las actividades agroexportadoras como había sido la práctica anterior, el peronismo reclutó sus apoyos en la naciente clase industrialista que no eran exportadores sino importadores. El ascenso al poder por medio de la carrera sindical era también un fenómeno hasta entonces inédito y que a partir del peronismo cambiaría a la clase dirigente argentina. Menos innovador era el reclutamiento de cuadros dirigentes marginales provenientes de la política tradicional, en especial del radicalismo aunque también del conservadurismo y socialismo, tal como se ha señalado. Por último, muchos cuadros políticos y de la burocracia estatal provenían de las fuerzas armadas. Se trataba en la mayoría de los casos de militares en situación de retiro que no habían culminado su carrera profesional , entre los más destacados se encontraban el mismo presidente y todos los gobernadores de la provincia de Buenos Aires durante el peronismo, pero también

Perón y Los Conservadores

A los conservadores se los define el partido como "una fuerza liberal y progresista que aspira a acelerar la evolución del país pero cree que ningún avance social puede consolidarse y ser fecundo si no se apoya en el reconocimiento de la obra del pasado". Los conservadores estaban en una situación más afligente que otros partidos opositores. Con gran trabajo habían logrado reconstruirse orgánicamente, pero campeaba sobre ellos la sensación de carecer de destino político.

Perón y El Partido Laborista

El éxito de la movilización popular del 17 de octubre de 1945 contribuyó en forma decisiva a la formación de una aguda conciencia política, a cuyo desarrollo contribuyó sustancialmente la política social desarrollada en beneficio del movimiento obrero desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. La incorporación del sindicalismo entre los factores de poder capaces de contribuir a legitimar el sistema político y desde un punto de vista exclusivamente gremial, el fortalecimiento del poder centralizador de los sindicatos como entidades de alcance nacional, proporcionaron a los trabajadores la oportunidad de desempeñar un papel fundamental en la nueva estructuración del país. La gravitación creciente del movimiento sindical, junto con la crisis de los partidos políticos tradicionales y la oposición organizada en contra de la política social, hicieron que el movimiento obrero comprendiera la necesidad de convertirse en eje de un nucleamiento político nacional para la defensa de sus intereses sectoriales. Con anterioridad a los sucesos del 17 de octubre, un grupo de dirigentes, en su mayoría provenientes del socialismo, se había reunido en el local de la Unión Obrera Metalúrgica para intercambiar ideas sobre la creación de un "partido de la revolución". Los días 19 y 20 de octubre hubo reuniones de ferroviarios donde se habló de constituir un "Partido Laborista". Finalmente, el 24 de octubre se reunió una asamblea en la que se invitó, a través de la Secretaría de Trabajo y Previsión, a delegados de todos los sindicatos del interior. En esta asamblea constitutiva se fijó el nombre del partido y se designó una serie de comisiones encargadas de presentar un proyecto de estatuto. Entre el 1º y el 8 de noviembre se obtuvieron los medios para su financiamiento y se eligió la sede del partido y el 16 de noviembre, apenas un mes después de la "liberación" de Perón, la agrupación inició formalmente sus actividades. La prisa con la cual se cumplieron todos los pasos se explica por el hecho de que las fuerzas armadas concluían su período de gobierno y se había convocado a elecciones generales para fines de febrero de 1946. Eso colocaba al Partido Laborista ante la difícil tarea de movilizar políticamente a los sectores populares por él representados y convencerlos de que sus intereses estarían mejor representados por la nueva organización política, que por los tradicionales partidos de izquierda. El Partido Laborista pudo responder satisfactoriamente a esta imposición de las circunstancias, debido, por un lado, a que la creación de un partido obrero era una vieja aspiración de los dirigentes gremiales, especialmente de aquellos que provenían de las corrientes "sindicalistas", que sólo esperaban el momento propicio para concretarlo; y por otro, porque la estructura partidaria se apoyaba en la ya preexistente de los sindicatos y de la Confederación General del Trabajo, que le proporcionó una presencia de nivel nacional y cuadros con relativa experiencia política. En primer término cabe consignar que el Partido Laborista constituye el único caso en la historia argentina de partido de estructura indirecta constituido por "Sindicatos de trabajadores, agrupaciones gremiales, centros políticos y afiliados individuales" que se unieron para establecer una organización electoral común. En general puede afirmarse que el laborismo carecía de miembros del partido, existiendo tan sólo miembros de los grupos de base. Y más aún dentro de los partidos de estructura indirecta se identificaba con aquellos que toman el carácter de una comunidad basada en un sector social único. Por otra parte, el Partido Laborista es también el primer partido de masas del país que trata, en primer lugar, de realizar la educación política del movimiento obrero, de sacar de él una elite dirigente capaz de tomar en sus manos el gobierno y la administración de la Nación. Al respecto consigna el Artículo 1º de su Carta Orgánica que se refiere a los fines del Partido: "El Partido Laborista, fundado en la ciudad de Buenos Aires, el 24 de octubre de 1945, es esencialmente una agrupación de trabajadores de las ciudades y del campo, que tiene como finalidad luchar en el terreno político por la emancipación económica de la clase laboriosa del país, procurando elevarla en su condición humana y convertirla en factor decisivo de un fecundo progreso social..." . Desde el punto de vista financiero los partidos de masas descansan esencialmente en las cuotas de sus miembros: el primer deber de los elementos de bases es asegurar que se cubran regularmente. Así el partido reúne los fondos necesarios para su obra de educación política y sus actividades cotidianas: así pueden, igualmente, financiar las elecciones: el punto de vista financiero se une aquí al punto de vista político. Este último aspecto del problema es fundamental: toda la campaña electoral representa un gran gasto. La técnica de los partidos de masas tiene como efecto sustituir el financiamiento capitalista de las elecciones, con un financiamiento democrático. En lugar de dirigirse a algunos grandes donadores privados, industriales, banqueros o grandes comerciantes, para cubrir los gastos de campaña lo que coloca al candidato (y al elegido) bajo la dependencia de estos últimos- los partidos de masas reparten la carga sobre un número lo más elevado posible de sus miembros, cada uno de los cuales contribuye con una suma modesta. Al respecto el artículo 34º de la citada Carta Orgánica expresa que los fondos del Partido Laborista se formarán esencialmente con las cuotas mensuales de sus afiliados y para destacar su independencia económica agrega: "En ningún caso el Partido Laborista aceptará contribución alguna visible o disimulada de gobiernos de cualquier naturaleza, ni de empresas que tengan o puedan tener interés en la sanción de las leyes u ordenanzas que las favorezcan" Así el laborismo al igual que los modernos partidos de masas europeos, se caracteriza por apelar al público. Un público que paga, permitiendo a la campaña electoral escapar a las servidumbres capitalistas, un público que escucha y actúa, que recibe una educación política y aprende el modo de intervenir en la vida del Estado. Por último, el Partido Laborista poseía otra nota distintiva que lo identificaba como partido de masas al estilo europeo: el criterio formal de adhesión de los miembros del partido, que implicaba la firma de un compromiso de afiliación y el pago de una cuota mensual. En este sentido el laborismo adoptó la adhesión reglamentada, que se realizaba en dos actos distintos: una demanda de admisión del interesado, una decisión de admisión tomada por un organismo responsable del partido. El poder de admisión pertenecía a la agrupación seccional, local o gremial correspondiente, con recurso posible a los escalones superiores. Los aspectos que hemos destacado de la estructura del Partido Laborista, ponen en evidencia que se trataba de un moderno partido de masas al estilo europeo, quizás el más moderno en cuanto a estructura que ha conocido el país hasta nuestros días. Pero su efímera existencia impidió que estas características fueran adoptadas por otros partidos políticos.

Perón y El Movimiento Obrero

Es preciso referirnos a la particular relación entablada entre el coronel Perón y el movimiento obrero, que será una de las características esenciales del estilo político peronista. Perón tenía plena conciencia de la importancia que podían tener las estrategias políticas y emocionales para captar a la masa trabajadora sin una posición política definida hasta el momento, si las apoyaba sobre una base material e institucional. Por eso, la elevación del nivel de vida y la mejora de la posición social de los estratos populares constituyeron el centro de sus esfuerzos de gobierno. Inicialmente, el gobierno militar había adoptado una posición hostil hacia el movimiento obrero. Suprimió una de las dos Confederaciones Generales del Trabajo, muchos sindicatos fueron intervenidos por el gobierno, mientras que la C.G.T. sobreviviente fue sometida a distintos controles. Los dirigentes sindicales y políticos, principalmente comunistas y otros de izquierda fueron sometidos. En octubre de 1943 se estableció una ley sumamente restrictiva que debía regular los sindicatos y que fuera muy resistida por los dirigentes sindicales. Si bien Perón la suspendió en diciembre, la aplicación de facto de su propósito fundamental no cambió: sólo los gremios reconocidos oficialmente por el gobierno podían representar a obreros en los convenios colectivos. Las primeras medidas netamente favorables a los sectores obreros fueron adoptadas unos seis meses después del movimiento militar de junio cuando el coronel Perón se hizo cargo del Departamento Nacional del Trabajo, una repartición con funciones de asesoría y la transformó en un organismo con competencias más amplias y con considerables recursos administrativos: la Secretaría de Trabajo y Previsión. La comprensión y el interés de Perón por los problemas del movimiento obrero le permitieron convertir en pocos meses a esa Secretaría en un centro de decisión de todos los problemas y conflictos vinculados con el movimiento obrero y las entidades sindicales. Los derechos de los trabajadores en la Constitución de 1949: En 1949 se sanciona una nueva constitución, sumamente discutida por la oposición al gobierno peronista, que será derogada por el golpe militar de 1955. Esa Constitución, conocida como Constitución de 1949, incorporó por primera vez los derechos del trabajador en el constitucionalismo argentino. Los mismos fueron incluidos en el art. 37, conocido como Decálogo del Trabajador, donde se detallaban 10 derechos laborales: Derecho de trabajar, Derecho a una retribución justa, Derecho a la capacitación, Derecho a condiciones dignas de trabajo, Derecho a la preservación de la salud, Derecho al bienestar, Derecho a la seguridad social, Derecho a la protección de su familia, Derecho al mejoramiento económico, Derecho a la defensa de los intereses profesionales. Es importante notar que el derecho de huelga no se encuentra incluido en el decálogo y que durante el gobierno peronista muchos dirigentes opinaban que en un "gobierno popular" el derecho de huelga debía encontrarse restringido a casos extremos. El día 17 de octubre de 1945 se produce la manifestación obrera más importante de la historia argentina. Cientos de miles de trabajadores, hombres y mujeres, de las zonas marginales, invadieron la ciudad reclamando la libertad de Perón. El gobierno militar llegó a cortar los puentes que separan la ciudad de las zonas fabriles (Avellaneda), pero la movilización fue indetenible y tomó por sorpresa a los sectores medios y altos de Buenos Aires. Se hizo famosa entonces la frase de un dirigente político radical unionista: "es un aluvión zoológico". La presión de la multitud obligó al gobierno militar a liberar a Perón esa noche. La propia multitud exigió que Perón saliera a uno de los balcones de la Casa Rosada, lo que finalmente hizo, por primera vez. La movilización del 17 de octubre de 1945 obligó al gobierno militar a llamar a elecciones, que se realizaron cuatro meses después, resultando elegido presidente Juan D. Perón, con el apoyo del recientemente creado Partido Laborista por parte de un gran número de sindicatos. Históricamente el 17 de octubre es el ingreso de la clase obrera argentina como protagonista de la historia grande del país. Hasta el 17 de octubre, la historia sindical argentina aparece como información marginal o esporádica, la mayor parte de las veces en las secciones policiales de los periódicos. A partir del 17 de octubre, la historia sindical será un componente importante de la información difundida por los medios de comunicación, así como de los análisis socio-político-económicos sobre Argentina. Discurso de J. D. Perón en el Día del Trabajador - Plaza de Mayo (1° de mayo de 1950): “Compañeros: Hoy, un Primero de Mayo más de la etapa justicialista, encuentra reunidos en esta histórica plaza, y en muchas otras plazas no menos históricas de nuestras provincias, a una masa de trabajadores que, festejando la fiesta de su sacrificio, elevan en el altar de la patria el saludo agradecido de sus hijos ante la magnificencia de esta patria inmortal. A todos ellos, mi saludo y mi abrazo cariñoso, de compañero y de amigo. El año 1950 será decisivo para el sindicalismo argentino. La confederación General del Trabajo, al frente, con su bandera de lealtad y sinceridad para con la clase trabajadora, ha marcado en su último congreso la etapa más gloriosa del movimiento sindical de nuestra Patria. El Movimiento Justicialista celebra como su propia fiesta la fiesta de los trabajadores argentinos, primero, porque el Movimiento Justicialista es un movimiento obrero y segundo porque nadie hizo en su beneficio antes que nosotros lo que nosotros hemos hecho. El año 1949 queda grabado en la historia como el año de la Constitución Justicialista, la Carta del pueblo, la Carta de los Trabajadores, donde se estampan sus derechos que la injusticia humana no podrá abatir en los siglos de nuestra vida histórica. Pero, compañeros, no debemos descansar en la vigilancia de esta Constitución Justicialista y su cumplimiento. Voces de la reacción comienzan a levantarse en algunos diarios "serios" o en alguna bolsa de comercio. Ellos hicieron algo así como un tabú de la Constitución liberal individualista que les permitió explotar a la República durante un siglo. Ellos no habrían tolerado jamás la voz de un obrero que anatematizara esta Constitución, porque permitía la explotación de los trabajadores. Como ellos vigilaron sus intereses, como ellos discutieron el tabú cerrado de esa constitución durante un siglo, nosotros, los justicialistas, hemos de velar con el arma al brazo para su cumplimiento y pobres de ellos si se animan a sacarla. Compañeros: el pueblo de la República, en un plebiscito jamás realizado por su pureza y por su ecuanimidad, ha establecido en una asamblea soberana que la ley suprema de la Nación, dada por ese pueblo, será la Constitución Justicialista. Hemos de recordarles a quienes intentan levantarse contra ella, que en esta tierra, el que se levanta contra el pueblo paga muy cara su traición. Compañeros: yo les he dado una doctrina justicialista, he asegurado una justicia social, he conquistado una libertad económica, les he dado una realidad política, todo consolidado en la Constitución Justicialista. Para el futuro han de ser ustedes los guardianes, han de ser ustedes los que juzguen y han de ser ustedes los que sancionen. El movimiento sindical argentino y el pueblo argentino tienen la enorme responsabilidad de conservar este legado que nuestra generación creó para la felicidad de nuestros hijos y de nuestros nietos y para que no vuelvan ha producirse los dolores y las miserias que hemos presenciado. Por eso compañeros, es necesario afirmar los sindicatos; es necesario apuntalar la C.G.T; es menester que todos los trabajadores de la Patria, en este inmenso movimiento sindical, terminen por establecer que en esta tierra los trabajadores son uno para todos y todos para uno. Y así unidos los sindicatos y el pueblo argentino, custodiaran y defenderán en el futuro sus reivindicaciones, y será el pueblo y los trabajadores, marchando del brazo por la ancha calle de la historia, quienes escribirán el último capítulo justicialista de esta querida Patria argentina. Compañeros: que nuestros conflictos intersindicales sean solamente peleas de familia entrecasa. Cuando salgamos a la calle no habrá ninguna pelea, seremos como una familia unida que puede tener sus conflictos domésticos, pero ante el exterior se presenta con un frente unido e indestructible. Un frente obrero popular, unido y numeroso será el terror de la reacción y la mejor defensa contra la reacción política oligárquica, que pretende levantar su voz en defensa d interese ajenos al país. Compañeros: escuchamos hoy que los políticos del fraude están pensando en formar agrupaciones obreras favorables a su política. Les hablan con nuestras propias palabras; se han convertido a la doctrina justicialista. Pero hay que repetirles lo que nosotros sabemos de ellos: que están disfrazados de obreristas. Tendremos que hacer como en carnaval y decirles: "Sáquense el bigote, que los conocemos". Ya sabemos que interesar a los sindicatos en la política partidaria es una maniobra artera y conocida de la reacción. Meter la política para debilitar primero, dividir después, y disociar, finalmente, entregando a los trabajadores maniatados a la reacción, para que ella cumpla su designio. Por eso, el año 1950 ha de ser de fortalecimiento sindical, de cumplimiento de lo determinado por la C.G.T.; de unión y de conformación del nuevo sindicato argentino con su ala de lucha y con su ala social, con las mutualidades, con las cooperativas, con las escuelas sindicales, en forma de elevar la cultura social, y que la lucha que pueda venir en el futuro nos encuentre fortalecidos y firmes para hacer frente a la reacción. La defensa de los trabajadores se hace solo por los trabajadores mismos. Que se fortalezcan nuestras organizaciones para que muchos primeros de Mayo nos sorprendan en el grado de felicidad y dignidad que hoy disfrutamos. Que en el futuro las organizaciones sindicales se vigilen si mismas y vigilen a las fuerzas de la reacción. Que sean ellos el artífice de su destino, porque nadie lo hará en su reemplazo en forma que esas organizaciones tengan algo que agradecer. Finalmente, quiero terminar con el consejo y el saludo de siempre. El consejo, compañeros, es el mismo que dijimos en las horas de lucha y que no debemos olvidar en los tiempos de bonanza: unidos, venceremos. Y el saludo lo dirijo a los camaradas que me escuchan a lo largo de toda la República, y con este mi saludo reciban un estrecho abrazo sobre mi corazón de compañero y de argentino”.

Perón y Los Sindicatos

La política seguida por el coronel Perón con respecto a los sindicatos fue muy flexible y utilizando tanto el hostigamiento como la atracción frente a las organizaciones y los dirigentes. Aquellos gremios que se oponían a sus intereses podían ser desconocidos o cancelada su personería gremial; también podían ser disueltos o suprimidos, la estrategia empleada variaba de acuerdo al clima político, las orientaciones ideológicas, el grado de amenaza política, etc. De cualquier modo, ningún gremio que no mostrase su disposición a colaborar podía obtener alguna mejora para sus afiliados en los conflictos laborales, en la legislación, en los servicios sociales, etc. También las oportunidades de éxito de un dirigente gremial para lograr mejores condiciones para los trabajadores dependían de sus actitudes: ideológicas, personales y de organización. La flexibilidad podía convertirse en marginación y hostilidad: Luis Gay y Cipriano Reyes son ejemplos de esta actitud. Pero si bien la masa obrera perdió su autonomía en la cúspide durante la época peronista, debe reconocerse que continuó ejerciendo una importante presión a nivel de base, presión que a veces impuso limitaciones y condiciones a la conducción de la C.G.T. Además, se estableció un gran número de gremios nuevos: en 1941 había 356; y en 1945 éstos llegaban a 969. En gran medida este incremento respondía a la aparición de gremios paralelos creados, con el apoyo oficial, para sustituir aquellos que rechazaban o se oponían a la política de Perón, en tanto otros representaban nuevas ramas de actividad a otras previamente no agremiadas. No siempre, pero a menudo, los nuevos gremios eran poco más que organizaciones sobre el papel. Sin embargo, sirvieron a un propósito importante: el de establecer una red de organización entre el movimiento obrero, difundir los resultados de la política laboral de Perón y en especial estimular el contacto directo –en manifestaciones masivas- con el líder, como también aumentar el número de personas favorables a Perón en el Comité Central Confederado, en la Asamblea General y otros órganos de la Confederación General del trabajo. Este proceso fue fundamental en la configuración de la relación directa entre los recién llegados y el líder carismático. Los gremios que adhirieron al estilo político peronista sólo fueron instrumentos en este proceso y proporcionaron el marco administrativo y legal para los convenios colectivos. Más importante de todo, proporcionaron el clima necesario para facilitar los lazos personales de Perón con los dirigentes a través de visitas a plantas y sindicatos, así como también los frecuentes actos masivos en los cuales el coronel Perón presentaba las concesiones oficiales como conquistas obreras. En efecto, este procedimiento junto con una utilización de los medios de comunicación de masas, especialmente la radio, fue uno de los factores centrales para erigir la figura de Juan D. Perón, como el abanderado de los pobres, el único que comprendía y protegía a los trabajadores, los "humildes", término que claramente revelaba la imagen dicotómica todavía tradicional de la estratificación, basada en la antinomia entre ricos y pobres. El acceso a grandes masas obreras fue efectivamente una de las metas fundamentales de la estrategia de Perón, como lo reconocieron más tarde ciertos sindicalistas que pensaron que esta relación era un precio exiguo para compensar los beneficios logrados por los sindicatos. En gran medida, para los obreros no agremiados significó que sus victorias lograban a través del esfuerzo personal del líder. Los centenares de disposiciones, resoluciones y dictámenes emitidos por el organismo entre 1943 y 1946, contenía ya todas las figuras jurídicas y los principios básicos de la política social peronista: la mayoría de ellas persigue dos objetivos básicos: la valorización social de los trabajadores, su reconocimiento como miembros de la comunidad nacional, con todos los derechos que ello implica, y la mejora de sus condiciones económicas. Quizá entonces, el máximo mérito del coronel Perón consistió en sacar de su aislamiento social y político al gobierno militar a través del cual llegó al poder y en haber concretado sus planes políticos con el apoyo popular, y no contra la voluntad de éste. Mediante el apoyo de los estratos populares, los cuales por primera vez en la historia del país, eran tenidos en consideración y favorecidos por los dirigentes políticos. El gobierno los instaba a presentar sus exigencias y sus quejas, y representaba sus intereses ante los restantes grupos sociales. El éxito de los pocos sindicatos que respondieron inicialmente a esta invitación ejerció rápido efecto sobre las restantes organizaciones laborales. Provocó un paulatino cambio de actitud del movimiento obrero respecto del Estado, hizo que olvidara su escepticismo ante la política y los políticos y, este incremento del interés popular en el proceso político creó una mayor disposición a intervenir en forma activa en este proceso. El movimiento obrero fue el sector social más numeroso de los que apoyaron a Perón; pero además de él, hubo muchos otros sectores sociales y políticos que proporcionaron a Perón su respaldo. Entre estos últimos cabe señalar sobre todo, aquellos sectores de los estratos medios, interesados en el desarrollo de una industria nacional independiente, así como algunos grupos de gran influencia dentro de la burocracia estatal, del clero y de las fuerzas armadas. Si tenemos en cuenta la actitud de rechazo con la cual la elite tradicional había acogido las tentativas de integración de los sectores populares, entre 1930 y 1943, y la comparamos con la plétora de reformas sociales que mejoraron en forma decisiva el status social y la situación económica de los obreros en un plazo de apenas dos años, comprenderemos que la toma de posición de los obreros respecto del coronel Perón estuvo en un todo de acuerdo con la apreciación política del Secretario de Trabajo y Previsión. En los círculos de la elite tradicional la política social de Perón era contemplada como un injustificado recorte de sus bienes y posición social. De todos modos, cualquier ataque contra esa política, tenía escasas posibilidades de éxito mientras las fuerzas armadas respaldaran al gobierno y el prestigio de la Secretaría de Trabajo y Previsión continuará en aumento entre el pueblo. Pero al constituirse una oposición, en el año 1945, la elite vio la posibilidad de intervenir a través de las organizaciones empresariales, en forma más activa en la confrontación política, presentando sus intereses particulares como problemas de interés general. Hacia mediados del año 1945, las organizaciones empresariales se dirigieron a la opinión pública en un manifiesto, en el cual criticaban la política social emprendida por el gobierno y exigían la revisión de todas las disposiciones legales. La respuesta del movimiento obrero no se hizo esperar, los sindicatos rápidamente comunicaron su apoyo al gobierno. Lo que hay que destacar principalmente de la relación de Peròn con los obreros es que nunca como en esta etapa peronista, el movimiento obrero estuvo tan asociado a un gobierno. Estos beneficios ganaron para el peronismo la gratitud popular, que persistió durante varias décadas.

Perón y Los Medios de Comunicación

Perón manejaba a los medios de comunicación con una falta de escrúpulos tremenda. Organizaba los sindicatos de locutores y les daba beneficios de manera que cuando había noticias contrarias al régimen éstos no las leían. Tenía cero tolerancia a la crítica, tal vez por su procedencia militar. Perón era muy eficaz para manejar el poder de control de los medios de comunicación de masas y la oposición, con un profundo espíritu antidemocrático. En agosto de 1947, Jaime Yankelevich, un exitoso empresario radial le ofrece al Estado la venta de su red de emisoras en seis millones de pesos. Perón dispone que el estado argentino compre esa y las demás radios, pidiéndole a los otros empresarios radiofónicos que le pongan un precio y se las compra. Quien no quería venderla, no lo hacia, como sucedió con los dueños de LV1 Radio Graffigna que no acuerdan con el gobierno. Es decir que las demás radios pasan a ser del estado nacional. El Consejo Económico Nacional, presidido por el empresario Miguel Miranda, el Instituto Argentino de Promoción Industrial (IAPI), Correos y Telégrafos, dirigido por Oscar Nicotina y el Banco Industrial de la República Argentina, con Oscar Marolo a la cabeza, se lanzan a comprar todas las radios privadas del país. Como hicieron Cablevisión y Multicanal en los 90 cuando le compraron los canales de cable a sus dueños, y los pusieron al frente como sus nuevos gerentes. Perón les dice a sus ex dueños que se queden al frente de las radios a gerencia sus ex empresas. Los convierte en una suerte de funcionarios y a la vez les abre la posibilidad de hacer buenos negocios con reglas de juego claras y total transparencia explotando y acrecentando el éxito de sus medios y el éxito del estado. Perón no le teme a la actividad privada, los empresarios argentinos de la radiofonía no eran enemigos de la revolución lo que no quería Perón era cederle el poder al enemigo estratégico, Gran Bretaña ni a su socio los EE.U.U. De Norteamérica ni a la oligarquía nativa asociada a ambos, lectora y auspiciante de La Prensa y La Nación. Las radios pasan a formar cadenas informativas, cubriendo el territorio nacional y a depender informativa y administrativamente de la Subsecretaria de Prensa y Difusión del gobierno de la Revolución que lideran Perón y Evita. De allí en mas Yanquelevich es un protagonista exitoso del peronismo en el gobierno, y culminara su participación estelar en esta etapa revolucionaria del país con la puesta al aire del primer canal de televisión argentino y el primero de habla hispana en el mundo, el canal 7 de Argentina, a instancias del General Perón y de la misma Evita en persona. Naturalmente los sectores internacionales que operaban sobre Argentina, ponen el grito en el cielo por toda esta política comunicacional activa de Perón.

Perón y El Estado

Es imposible analizar el estilo político peronista entre 1943 y 1955 sin incluir el papel que dentro de él se asignaba al Estado. De hecho, la principal meta del general Juan D. Perón fue cambiar la estructura del sistema político argentino. El uso que del aparato estatal hacían los estratos superiores, que veían en ello casi un atributo natural de su posición en la sociedad, comenzó a chocar con la creciente resistencia de los estratos más bajos. Para que esta protesta, todavía apenas articulada, no se transformara de buenas a primeras en una actividad revolucionaria capaz de desintegrar el sistema, era necesario corregir las estructuras políticas, hacerlas más abiertas y flexibles. El estilo político peronista aportó esa corrección, pero no se detuvo en eso: contenía el plan de liberar al Estado, en general, de su estrecha ligazón con los factores sociales de poder e instalarlo en el punto de intercesión de las relaciones entre los grupos sociales. Ya no debía ser patrimonio más o menos exclusivo de los sectores que tuvieran más fuerza en una coyuntura política determinada, sino que debía cumplir un papel de árbitro entre los distintos sectores, sin una directa dependencia de ninguno de ellos. A tal efecto el Estado debía tener una mayor intervención en el ámbito económico y social para marcar el rumbo de los procesos políticos. Podemos decir que en alguna medida Perón era un conservador lúcido. En muchos aspectos es evidente que el propósito fundamental de su proyecto político era prevenir los cambios sociales abruptos, y de ser necesario, incluso impedirlos. Al respecto, en su célebre discurso en la Bolsa de Comercio, en agosto de 1944, Perón expuso su pensamiento en tal sentido, diciendo: "Señores capitalistas, no se asusten de mi sindicalismo, nunca mejor que ahora estará seguro el capitalismo, ya que yo también lo soy, porque tengo estancia y en ella operarios. Lo que quiero es organizar estatalmente a los trabajadores, para que el Estado los dirija y les marque rumbos y de esta manera se neutralizan en su seno las corrientes ideológicas y revolucionarias, que puedan poner en peligro nuestra sociedad capitalista en la posguerra" . El peronismo al plantear la conciliación de clases para enfrentar las posiciones revolucionarias que planteaban la lucha de clases, se convertía en un elemento de estabilidad y de equilibrio de las distintas fuerzas sociales del momento. Pocas medidas adoptadas por Perón contenían un carácter antitradicionalista, o que pretendiera acelerar el cambio social. Por lo general pretendían restablecer, perfeccionar o continuar el desarrollo de las condiciones estructurales preexistentes. Aún en aquellas medidas que parecían más revolucionarias y demagógicas es posible reconocer una tendencia fundamentalmente conservadora en la determinación de objetivos y de los medios empleados. En este marco se encuadran las acciones del peronismo para reorganizar a la sociedad y el Estado. Por iniciativa suya, a partir de 1944, el gobierno militar se convirtió en portavoz y defensor del movimiento obrero. Por primera vez el Estado asignaba una particular importancia a los trabajadores para proteger sus intereses. La preocupación del gobierno por los problemas sociales que afectaban a los sectores populares tuvo como contrapartida un cambio de actitud de los trabajadores con respecto al Estado y a sus representantes. El Estado dejó de ser percibido como una estructura represiva exclusivamente al servicio de los propietarios y capitalistas. Con la aparición del peronismo los trabajadores comprendieron que el Estado podía convertirse en un árbitro benévolo que defendiera sus intereses frente a los patrones. Pero, para convertir al Estado en un instrumento a su servicio, los obreros se vieron impulsados a intervenir en el proceso político, comprobando que su mayor participación convertía a sus ideas y aspiraciones temas centrales de la gestión de gobierno. En esta forma se incrementó el nivel de conciencia política de los sectores populares y su adhesión incondicional al peronismo. La mayor conciencia política de los sectores populares puede apreciarse en el incremento de la participación electoral. En las elecciones de 1946 intervino un quince por ciento más de votantes que en las elecciones nacionales de 1938. Como se ha visto en esa oportunidad la coalición peronista se impuso por un ajustado margen. En la primera legislatura peronista, tal como se ha referido en detalle anteriormente, se convirtieron en diputados un importante número de obreros y empleados, lo cual permitió una importante transformación en los elencos políticos nacionales. Un proceso de renovación similar tuvo lugar en toda la administración pública, desde los mismos despachos ministeriales. El aumento del poder político de los sectores populares puede apreciarse también en la expansión de la sindicalización de los trabajadores. Durante los primeros años posteriores a la revolución de junio de 1943 se incrementó en forma abrupta el número de entidades sindicales, con la aparición de sindicatos en actividades donde los trabajadores no tenían una tradición en este sentido, como ser, locutores, músicos, artistas, etc. Por el contrario, a partir de 1947, creció el número de afiliados. En una primera etapa los afiliados pasaron de 500.000 a 1.550.000, hasta alcanzar en 1950 a cinco millones de trabajadores sindicalizados. Si bien Perón apoyó la expansión de la participación política de los sectores populares, lo hizo en la medida en que podía capitalizar y controlar esa participación. Así, por un lado, introdujo el voto femenino, incluyó el derecho de reunión en la Constitución Nacional, estableció el voto directo en la elección presidencial y en la de senadores. Mientras que, por otro lado, mediante el culto a la personalidad y la introducción del "verticalismo" en la conducción del Partido y del Estado subordinó esa participación a sus intereses. Perón solía desplazar en forma sistemática a los dirigentes intermedios que demostraban el menor signo de independencia política o que tan sólo se incrementaban su importancia política. En esta forma se aseguraba que la comunicación dentro del movimiento peronista fuera directa entre el líder o conductor y la masa conducida. Las grandes concentraciones en Plaza de Mayo donde Perón parecía dialogar con las masas contribuían a acentuar esa tendencia.

Perón y La Mujer

A su regreso de Europa, Eva retomó sus actividades a pleno. Antes de la partida había comenzado a bregar por la obtención del sufragio para las mujeres. Desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, el coronel Perón encaró una política dirigida a las mujeres. En ese ámbito creó la División de Trabajo y Asistencia a la Mujer. Se reflotó la cuestión del sufragio femenino. El 26 de julio de 1945, en un acto celebrado en el Congreso, Perón explicitó su apoyo a la iniciativa. Se formó entonces la Comisión Pro Sufragio Femenino, que elevó un petitorio al gobierno solicitando el cumplimiento de las Actas de Chapultepec, por las cuales los países firmantes que aún no habían otorgado el voto a la mujer se comprometían a hacerlo. El 3 de septiembre de 1945 la Asamblea Nacional de Mujeres, presidida por Victoria Ocampo, resolvió rechazar el voto otorgado por un gobierno de facto y reclamó que el gobierno fuera asumido por la Corte Suprema. El lema de la Asamblea era: "Sufragio femenino pero sancionado por un Congreso elegido en comicios honestos". Los sucesos de octubre del 45 pospusieron el tema. La campaña electoral de 1946 puso en evidencia que, ya fuera con el apoyo del laborismo o con el de la Unión Democrática, la mujer, aún sin derechos políticos, había ingresado en la política argentina. Faltaba la legitimación. Una vez en la presidencia, Perón volvió sobre la cuestión del sufragio femenino. Lo hizo en su Primer Mensaje al Congreso, el 26 de julio de 1946 y en el Plan Quinquenal. En este marco, Eva emprendió la campaña desde distintos lugares: con los legisladores, con las delegaciones que la visitaban, con las mujeres nucleadas en los centros cívicos, a través de la radio y de la prensa... El mensaje de Eva iba dirigido a un conglomerado femenino extenso, se instaló en las mujeres y ellas pasaron a desempeñar un papel activo: se realizaron mitines, se publicaron manifiestos y grupos de obreras salieron a las calles a pegar carteles en reclamo por la ley. Centros e instituciones femeninas emitieron declaraciones de adhesión. Las mujeres reconocían en Eva Perón a su portavoz. Y el 23 de septiembre, en medio de un gigantesco acto cívico en Plaza de Mayo, se promulgó la ley. La sanción de la Ley 13.010 implicó la realización de una serie de tareas que hacían a su efectivización. Si el camino para la obtención del derecho había sido arduo, el de la capacitación cívica y el de la preparación de las mujeres para desempeñarse en las lides políticas lo sería aún más. En este último sentido, el 14 de septiembre de 1947 el Consejo Superior del Partido Peronista resolvió modificar sus reglamentos de afiliación, lo cual permitiría, en el futuro, la formación de otro partido peronista, exclusivamente femenino. Este hecho se concretó el 25 de julio de 1949. En el Teatro Nacional Cervantes se llevó a cabo la Primera Asamblea Nacional del Movimiento Peronista Femenino. Allí nació el Partido Peronista Femenino, cuyo principio fundamental era la unidad en torno a la doctrina y la persona de Perón. Eva fue elegida Presidenta del mismo, con plenos poderes de organización. Las unidades básicas del Partido Peronista Femenino desarrollaron, a la par de la tarea de adoctrinamiento (fueron bastiones en la campaña presidencial de 1951), tareas de acción social. La acción política dirigida a la mujer cosechó sus frutos en las elecciones del 11 de noviembre de 1951. Votaron 3.816.654 mujeres. El 63,9% lo hizo por el Partido Peronista, el 30,8% por la Unión Cívica Radical. A su vez, el Partido Peronista fue el único de ambos que llevó mujeres en sus listas. En 1952 23 diputadas y 6 senadoras ocuparon sus bancas.

Perón y El Exterior

Nada define mejor la parábola recorrida por Perón durante su gobierno como el análisis de su política internacional. El triunfo de 1946 había sido la victoria del sentimiento nacional herido por la intromisión del Departamento de Estado en nuestra política interna. La política internacional de Perón se movía dentro de límites cada vez más estrechos a medida que la situación del país tendía a deteriorarse. En suma, Perón se movió con toda la relativa independencia que le permitían las relaciones coyunturales del mundo, en el contexto del pico más álgido de la "guerra fría". En el campo de la política internacional quedó como saldo el mantenimiento del principio de autodeterminación de los pueblos y la solidaridad con los pequeños países, que contribuían a fortificar la conciencia nacional e individualizar la posición argentina en el mundo. El poder internacional que regia el mundo, lo que Perón llamaba la sinarquía internacional, esto es el poder financiero, el poder militar y el poder propagandístico del nuevo orden surgido de las guerras mundiales, los factores de poder que se repartían el mundo e intentaban, de acuerdo al plano general de la época, explotar la parte que les tocaba a cada uno. Es decir, que para Perón no había política chica, de país aislado, sino una política que solo podía pensarse y actuarse a escala mundial. Para Perón era necesario articular un poder continental con los países
sudamericanos para enfrentar el poder hegemónico del nuevo orden y defender
efectivamente los derechos de los habitantes de nuestros países contra la
voracidad imperial. Su proyecto del ABC con el Brasil de Getulio Vargas y el
Chile de Ibáñez del Campo y aun más, su política de la tercera posición, su
relación con los países del medio oriente, muestran a Perón actuando como un
estratega de alcance mundial.

Perón y EE.UU.

Se desarrollaba la Guerra Fría y sus participantes eran Estados Unidos Y la Unión Soviética. La Argentina no quería estar en ninguno de los dos lados, por eso Perón lanza la denominada Tercera Posición o Tercer Mundo. Esta fue una cosa retórica ya que en los grandes foros internacionales, la delegación Argentina voto casi siempre junto con los estados Unidos, pero se mantuvo aislada de organizaciones como el F.M.I., la UNESCO y la FOA, respondiendo así solamente a la política económica que Perón llevaba a cabo. Esta idea de la Tercera Posición hizo que el pueblo se sintiese mas nacionalista que nunca, dándoles la idea de que nuestro país podía ponerse a la altura de las economías internacionales y mantener una posición neutral. La Tercera Posición era respaldada por la tercera guerra mundial que no se concreto. La llegada del embajador norteamericano, Spruille Braden, radicalizó el proceso político interno y las fuerzas opositoras encontraron en el representante de Truman un verdadero jefe, cuya primera decisión fue suspender los acuerdos que se habían logrado semanas antes con una misión económica norteamericana. De allí en adelante, Braden y Perón se agredieron prolijamente. Se clarificaba rápidamente el panorama político y las dos grandes alternativas que habían de plantearse los argentinos en términos electorales redondeaban sus respectivas propuestas. De un lado, la democracia liberal, políticamente formalista y convencional, deseosa de retornar al sistema anterior a la revolución del 43 con las correcciones debidas. Del otro lado, un fervoroso caos popular que tenía a Perón por líder indiscutido y se abrigaba un profundo contenido nacional y una adelantada actitud en el campo social. Después lentamente aumento el distanciamiento debido a la negativa del Gobierno Militar Argentino de sumarse a la política continental de ruptura con el eje, impulsada por los norteamericanos. En 1944 dieron un ultimátum a nuestro gobierno diciendo que se producía la ruptura o publicarían documentos probando las relaciones con los alemanes. También amenazaron con un bloque mundial a los buques argentinos. En enero de ese año nuestro gobierno rompía relaciones diplomáticas con los países del eje.Perón se acercó a gobiernos de corte nacionalista y popular como el de Franco en España. Para 1953, poco antes de su caída, Perón había tendido nuevos lazos con Estados Unidos.

Perón y Gran Bretaña

Los ingleses mantendrían una actitud pasiva en los hechos que se desarrollaron en la segunda mitad de 1945 y culminaron con la obtención de la vía libre por parte de Perón, para trabajar en favor de su campaña electoral. Tanto el gobierno militar como los partidarios de Perón demostraban cierta simpatía hacia Gran Bretaña. En cambio, los terratenientes, tradicionalmente amigos de los británicos, no le perdonaban a éstos que no hubiesen apoyado al Departamento de Estado en su campaña opositora a Perón y al régimen militar. También fue señalado que los británicos habían contribuido financieramente a la campaña electoral peronista, pero de esto obviamente no han quedado pruebas. Los británicos no tenían otra alternativa que estar a favor de Perón o, al menos, ser amigables con él. El hecho de que los opositores a Perón estuvieran estrechamente vinculados a los norteamericanos y al embajador Braden era de por sí una amenaza a los intereses británicos en la Argentina si aquellos llegaban a triunfar en las elecciones.

Perón y El Avance del Comunismo

El Partido Comunista, la gran incógnita electoral después de décadas de vida clandestina, había resultado un fracaso: junto con los demócratas progresistas figuró en cuarto lugar en la Capital Federal; reunió solo 25.000 votos en Buenos Aires y no alcanzó a colocar sino tres diputados provinciales en Mendoza gracias al sistema proporcional que se aplicaba en la provincia andina. Sin embargo, este fracaso no desanimó a Victorio Codovilla, esa clase de Stalin local. Codovilla dijo, en el acto realizado el 1º de junio que se realizaba por la reanudación de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, que el gobierno de facto ya había decidido concretar, a pedido del presidente electo, "los comunistas nos colocaremos decididamente a la cabeza de las luchas de las masas por el cumplimiento de las promesas de Perón hizo al pueblo, y no nos dejaremos provocar por los alincistas y otros enemigos que están interesados en crear un estado de beligerancia entre los afiliados a nuestro partido y las masas obreras y populares que siguen a Perón. Sólo así se logrará unir la clase obrera en un poderoso Frente de Liberación Nacional y Social". Nadie, dentro de los partidos "democráticos" burgueses" tenía interés en asociarse a los comunistas. Para los peronistas, eran aborrecibles. Curiosamente, Perón mantuvo al Partido Comunista en la legalidad. Esto se da ya que los necesitaba para varias cosas: valorizar su Tercera Posición mostrando la independencia de una política que en plena guerra fría toleraba la actividad de un partido stalinista, señalar a los "oligarcas" una alternativa que podía ser mucho peor que la representada por el propio Perón, disponer de un enemigo visible para mostrar a la masas adictas el origen de las dificultades del régimen y atribuirle bombas y atentados.

Conclusión

En los años que le siguieron a la segunda guerra mundial, los países de América Latina conocieron regímenes populistas, dictatoriales, golpes de Estado y represiones.
Después de 1930, Argentina, tras la resolución de la crisis económica atravesó una etapa de prosperidad. Hubo inversiones del Estado, estimulo a la industria local, expansión del mercado externo.
Sin embargo, no había derrame hacia los sectores más pobres y carenciados.
Fue Perón quien, con adherentes y opositores, redistribuyó la riqueza de manera más equitativa.
Esto le generó la antipatía de los actores sociales que se vieron perjudicados por las nuevas políticas sociales y económicas pero también le granjeó el amor de aquellos que vieron en el peronismo la corriente política que los incluía en la
Sociedad Argentina.

“…Por esa razón, es necesario que todos los trabajadores argentinos sean, permanentemente, difusores de nuestra doctrina. Que sean ellos los millones de verdaderos predicadores que la Patria necesita para elaborar su triunfo final…” Juan Domingo Perón.