noviembre 01, 2007

Perón y El Estado

Es imposible analizar el estilo político peronista entre 1943 y 1955 sin incluir el papel que dentro de él se asignaba al Estado. De hecho, la principal meta del general Juan D. Perón fue cambiar la estructura del sistema político argentino. El uso que del aparato estatal hacían los estratos superiores, que veían en ello casi un atributo natural de su posición en la sociedad, comenzó a chocar con la creciente resistencia de los estratos más bajos. Para que esta protesta, todavía apenas articulada, no se transformara de buenas a primeras en una actividad revolucionaria capaz de desintegrar el sistema, era necesario corregir las estructuras políticas, hacerlas más abiertas y flexibles. El estilo político peronista aportó esa corrección, pero no se detuvo en eso: contenía el plan de liberar al Estado, en general, de su estrecha ligazón con los factores sociales de poder e instalarlo en el punto de intercesión de las relaciones entre los grupos sociales. Ya no debía ser patrimonio más o menos exclusivo de los sectores que tuvieran más fuerza en una coyuntura política determinada, sino que debía cumplir un papel de árbitro entre los distintos sectores, sin una directa dependencia de ninguno de ellos. A tal efecto el Estado debía tener una mayor intervención en el ámbito económico y social para marcar el rumbo de los procesos políticos. Podemos decir que en alguna medida Perón era un conservador lúcido. En muchos aspectos es evidente que el propósito fundamental de su proyecto político era prevenir los cambios sociales abruptos, y de ser necesario, incluso impedirlos. Al respecto, en su célebre discurso en la Bolsa de Comercio, en agosto de 1944, Perón expuso su pensamiento en tal sentido, diciendo: "Señores capitalistas, no se asusten de mi sindicalismo, nunca mejor que ahora estará seguro el capitalismo, ya que yo también lo soy, porque tengo estancia y en ella operarios. Lo que quiero es organizar estatalmente a los trabajadores, para que el Estado los dirija y les marque rumbos y de esta manera se neutralizan en su seno las corrientes ideológicas y revolucionarias, que puedan poner en peligro nuestra sociedad capitalista en la posguerra" . El peronismo al plantear la conciliación de clases para enfrentar las posiciones revolucionarias que planteaban la lucha de clases, se convertía en un elemento de estabilidad y de equilibrio de las distintas fuerzas sociales del momento. Pocas medidas adoptadas por Perón contenían un carácter antitradicionalista, o que pretendiera acelerar el cambio social. Por lo general pretendían restablecer, perfeccionar o continuar el desarrollo de las condiciones estructurales preexistentes. Aún en aquellas medidas que parecían más revolucionarias y demagógicas es posible reconocer una tendencia fundamentalmente conservadora en la determinación de objetivos y de los medios empleados. En este marco se encuadran las acciones del peronismo para reorganizar a la sociedad y el Estado. Por iniciativa suya, a partir de 1944, el gobierno militar se convirtió en portavoz y defensor del movimiento obrero. Por primera vez el Estado asignaba una particular importancia a los trabajadores para proteger sus intereses. La preocupación del gobierno por los problemas sociales que afectaban a los sectores populares tuvo como contrapartida un cambio de actitud de los trabajadores con respecto al Estado y a sus representantes. El Estado dejó de ser percibido como una estructura represiva exclusivamente al servicio de los propietarios y capitalistas. Con la aparición del peronismo los trabajadores comprendieron que el Estado podía convertirse en un árbitro benévolo que defendiera sus intereses frente a los patrones. Pero, para convertir al Estado en un instrumento a su servicio, los obreros se vieron impulsados a intervenir en el proceso político, comprobando que su mayor participación convertía a sus ideas y aspiraciones temas centrales de la gestión de gobierno. En esta forma se incrementó el nivel de conciencia política de los sectores populares y su adhesión incondicional al peronismo. La mayor conciencia política de los sectores populares puede apreciarse en el incremento de la participación electoral. En las elecciones de 1946 intervino un quince por ciento más de votantes que en las elecciones nacionales de 1938. Como se ha visto en esa oportunidad la coalición peronista se impuso por un ajustado margen. En la primera legislatura peronista, tal como se ha referido en detalle anteriormente, se convirtieron en diputados un importante número de obreros y empleados, lo cual permitió una importante transformación en los elencos políticos nacionales. Un proceso de renovación similar tuvo lugar en toda la administración pública, desde los mismos despachos ministeriales. El aumento del poder político de los sectores populares puede apreciarse también en la expansión de la sindicalización de los trabajadores. Durante los primeros años posteriores a la revolución de junio de 1943 se incrementó en forma abrupta el número de entidades sindicales, con la aparición de sindicatos en actividades donde los trabajadores no tenían una tradición en este sentido, como ser, locutores, músicos, artistas, etc. Por el contrario, a partir de 1947, creció el número de afiliados. En una primera etapa los afiliados pasaron de 500.000 a 1.550.000, hasta alcanzar en 1950 a cinco millones de trabajadores sindicalizados. Si bien Perón apoyó la expansión de la participación política de los sectores populares, lo hizo en la medida en que podía capitalizar y controlar esa participación. Así, por un lado, introdujo el voto femenino, incluyó el derecho de reunión en la Constitución Nacional, estableció el voto directo en la elección presidencial y en la de senadores. Mientras que, por otro lado, mediante el culto a la personalidad y la introducción del "verticalismo" en la conducción del Partido y del Estado subordinó esa participación a sus intereses. Perón solía desplazar en forma sistemática a los dirigentes intermedios que demostraban el menor signo de independencia política o que tan sólo se incrementaban su importancia política. En esta forma se aseguraba que la comunicación dentro del movimiento peronista fuera directa entre el líder o conductor y la masa conducida. Las grandes concentraciones en Plaza de Mayo donde Perón parecía dialogar con las masas contribuían a acentuar esa tendencia.

No hay comentarios:

“…Por esa razón, es necesario que todos los trabajadores argentinos sean, permanentemente, difusores de nuestra doctrina. Que sean ellos los millones de verdaderos predicadores que la Patria necesita para elaborar su triunfo final…” Juan Domingo Perón.